Una noche oscura, sentía como la brisa suspiraba en su oído, y cada
sonido retumbaba de forma lejana. Un camino, húmedo, en donde los pasos se
pierden, y las angustias se desvanecen dejando un vacío aún más grande. Alma en
pena, alma sola, alma profundamente opaca. Sonríe como si no hubiera un mañana,
se lo han enseñado. Pero, hay un mañana. Y lo recuerda, con miedo. Un futuro
más oscuro que el ayer, esa sería su pena.
Busca en los metros, encontrar la verdad, el conformismo, la paz.
Escapa. No quiere hurgar, quiere huir, sin tocar nada de lo que la rodea, ya
que tiene miedo de que una simple caricia la rompa. Siempre, estuvo ahí, pero
no la ven. Es un espejismo, simple ficción. Siente como eso la rodea, y se
apodera de sus pensamientos, la quieren arrastrar, llevársela otra vez. Lo
anhela, pero tiene miedo, como siempre. El miedo. Siente la humedad de la
tierra, el frio del suelo, el ruido de las hojas chocando, y las luces nítidas que
se acercan y se alejan. Mira todo lo que la rodea y quiere tocarlo, abrazarlo.
Sus manos son muy cortas, y sus alas fueron consumidas. Piensa en un fuego, un calor incontenible,
que rosa su mejilla, las llamas queman. Quiere saltar. Eso la lleva a esa
comodidad, el algodón de sus manos. Que la levantan, la alzan, con las alas que
se rompieron, ya no las necesita porque lo tiene a él. Quiere correr pero sus
pies pesan, se arrastra como puede en busca de una mano que la ayude en vuelo, pero encuentra el suelo. Mamá le enseño a levantarse, pero no a
sostenerse, y por eso vuelve a caer como las hojas que chocan con el viento
invernal. No hay respuestas a sus
preguntas, no hay. Nunca las hay, ya que suelen quedar detenidas en el tiempo,
no las quiere cruzar, las quiere esquivar, pero cuando las encuentra la
superficie se aleja y todo el caos la vuelve a empujar a las profundidades del jamás.
Escápate, sal con ella, corre, huye de todo. Llévate sus malos recuerdos, amala
como nadie, levántala del suelo y quédate a su lado para sostenerla en el
camino, dale la mano y no la sueltes, toma su rostro entre las manos y acaricia
las lágrimas frías que dejaron en el camino para secarlas con tu lengua. Mírala
a los ojos y no le digas nada. Solo mírala, y calla el mundo. Detenlo para que
pare de sufrir, porque está cansada del mareo, no quiere girar más en círculos,
buscando lo que ya encontró en ti. Acaricia su pecho y siente su corazón, únete
al compás de su ser. Baila junto a él y siente. Para el todo, transforma sus
calles oscuras en una galaxia infinita de lo que puede ser, posibilidades,
juntos. Abraza sus angustias hasta estrujarlas, hazlas tuyas y envíalas lejos
de ella. Diles que no le pertenecen, que ya no volverán, que estás ahí y que no
te iras tan fácilmente, porque sabes que tu lugar es allí, eres su héroe.
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